junio 17, 2008

The Great Gig in the Screen (Pink Floyd y el cine)

Pink Floyd se perfilaba para ser el gran representante de la música psicodélica de finales de los sesenta, herederos del sonido del Sgt. Peppers y del Beggars Banquet de los Rolling Stones. Era Syd Barret el lider y el principal eje creativo de la banda. Él era el que hacía las canciones. A pesar de que el sonido de Pink Floyd desde el principio exploró con posibilidades tonales y de uso de recursos electrónicos, antes de la muerte de Syd hacían lo que las bandas de rock debían hacer: canciones. En el documental sobre la grabación del Dark side of the moon, Waters dice que cuando muere Syd ellos “afortundamente” no sabían hacer canciones. Es decir, se quedan sin el elemento que de alguna manera formalizaba las composiciones bajo una intención de concretización, muy delirante y a veces caótico, pero al final de cuentas se concretizaba en una forma más o menos estructurada de canción. Cuando este eje que ceñía a la composición se pierde, Pink Floyd se distiende hasta el extremo en sus composiciones, ahora sí exploran sonoramente con cada aparatito que llegaba a sus manos, indagan sin consideraciones sobre la dirección de una composición y terminan por hacer piezas llenas de sonoridades extrañas, sintéticas, con una estructura basada en las direcciones emocionales de una percepción extendida en sus posibilidades.
Por otro lado, sus presentaciones en vivo siempre tuvieron esa intención de performance visual que no solamente aclimataba sus improvisaciones, terminaban por ser verdaderos discursos audiovisuales abstractos e interrelacionados.
Así, bajo estas dos condiciones, su distensión composicional, y su interés en la relación música-imagen, el paso de la propuesta musical-performancera a la de la musicalización de discursos cinematográficos es casi obligada. A esto hay que añadir el panorama y la naturaleza de los filmes de la época: profundamente experimentales y entusiastas en su intención de reconfigurar y descubrir las posibilidades de una imagen en movimiento y su sonido.
Imagen y sonido se convirtieron en parte integral del discurso pink floyero, tanto desde sus conciertos como en los filmes en los que participaron. Ya en época de Syd Barret participaron en una película muy de la época: Tonight let's all make love in London: película profundamente sexosa y sicodélica a más no poder, movimientos intensos que deforman y hacen difusa la imagen, mujeres desnudas con fetiches muy “artísticos” alrededor, etcétera. Sin embargo, aquí todavía no encontramos un pink floyd tan extremadamente meditativo, más bien su música va muy bien con la intención expresiva de la película.
Es en los siguientes proyectos en los que la banda, ya configurada como plenamente experimental, hace propiamente música para películas clavadas -piénsale qué onda- la vida es muy compleja. Aquí tenemos More, Zabriskie point, Obscured by clouds, todas anteriores al Dark side of the moon. Sobre estas tres películas ya entregaré algo mucho más puntual, pero lo que me importa en este momento es el dato de ser anteriores a su gran disco que los inmortalizaría como el paradigma del rock progre clavadón de los setenta. Hasta antes del Dark side, Floyd se daba muchísimas libertades compositivias, si no me creen escuchen el disco 1 del Ummaguma: son sonidos perfectos para acompañar imágenes contemplativas.
A partir del álbum del prisma, Floyd se convertiría en una super banda que se abocaría en la realización de discos conceptuales innovando casi en cada intento, pero su relación entre cine-música seguiría patente. Antes de llegar al cenit al respecto que es The wall, hay un fenómeno que me parece muy revelador al respecto: no sé en qué momento se habrá difundido el mito de que el Dark side estaba sincronizado con el Mago de Oz. En realidad la onda está en que el momento en que la casa de campo que se eleva por una tormenta en la primera mitad del filme coincide perfectamente con la maravillosa "The great gig in the sky". También existen coincidencias notables sobre todo de orden semántico entre la letra y lo que está sucediendo en la película. Sí, hay coincidencias, pero tanto como para pensar que se trata de una sincronización establecida, la verdad tampoco. Sea o no así, lo interesante para el caso es el establecimiento del disco representativo del grupo con un filme fantástico. Es decir, pongamos por caso (que es lo más seguro) que no hay una relación hecha de manera intencional entre el disco y el filme, sin embargo dentro del horizonte de expectativas de fans, melómanos y cinéfilos, resultó muy prudente y pertinente ponerse a escuchar un disco de Pink Floyd mientras ves una peli que no establece de antemano ninguna relación. O sea, ¿por que Floyd y no Yes o Emerson, o Deep Purple, o Genesis o más pertinente, Brian Eno? No, tenía que ser Pink Floyd. Eso me hace pensar que ya existía de antemano una interpretación de su música dirigida hacia lo visual y narrativo, y que la mitología generada naturalmente por la cultura pop estableció un soundtrack como algo casi instintivo, más allá de los planes de producción de una disquera o una distribuidora de cine, como bien lo sabe hacer la cultura popular.
Otro caso muy especial es el de The wall. De manera convencional se puede pensar que el disco es el soundtrack de la película de Alan Parker, pero creo que la dinámica y la percepción del fenómeno es justamente lo contrario. Por un lado, Pink Floyd, para estas alturas, ya era mucho más grande que un filme de Alan Parker, por muy bueno que este sea. Segundo, el disco semánticamente antecede a la película, es decir, la película se originó a partir del disco, así, se acomodó el discurso visual de acuerdo a la narrativa establecida por el álbum. De esta manera, no se trata exactamente de un soundtrack en un sentido convencional. Para hacernos chaquetas mentales, pensemos más bien en una cinematografización (¿existe?) de un discurso musical-literario. El proceso es justamente el contrario. De esta manera tenemos todo un proceso que va de un involucramiento cinematográfico de la música de Pink Floyd, una mitología que plantea esa relación (Dark side-Mago de Oz), y un (¿cómo decirlo?) planteamiento musical-poético que direcciona un discurso cinematográfico. Es decir, en la relación música-cine de la banda, aquélla comienza por relacionarse para terminar por operar como la directriz significativa de los discursos involucrados (chale, pareció esto de teórico francés).
También habría que añadir su constante interés en hacer del concierto un espectáculo audiovisual. Sólo piensen en la gira Pulse de los años noventa, o el puerquito volador que todavía exacerba los ánimos en los conciertos de Roger Waters, y las pantallas gigantes que (aquí sí) se sincronizan con la música en vivo.
Así, tendríamos todo un proceso variable de la relación música-cine-Pink Floyd, que jamás se instaló de manera fija y convencional, pero que siempre estuvo patente desde su conformación y desarrollo.

Secuencia de Wizard of Oz musicalizado por "The great gig in the sky":



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Obscured by Clouds: Download

Publicado por Rich

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ok. Me gustaria saber de donde proviene dicho mito. En realidad habría que hacer la prueba con varias escenas de filmes para ver si coinciden yo creo que nos llevaríamos una gran sorpresa. El chiste es que en realidad todo el Dark side está tan bien estructurado, incluso en sus timings que cualquier artista con esa misma ( o semejante) visión estructural realizaría sus secuencias de esa manera. Estaría interesante realizar el experimento con otros filmes solo por curiosidad.

Fifo dijo...

Guau, buen artículo. Si no conociera a estos muchachos ingleses seguro que me estaría muriendo por oírlos (verlos?)